miércoles, 9 de diciembre de 2009
Cien flores
La República
Mié, 09/12/2009
Por Antonio Zapata
Un nueve de diciembre, la batalla de Ayacucho selló la independencia de América, culminando guerras y revoluciones que venían durando largos años. El aniversario que se cumple el día de hoy se inscribe en la dinámica del bicentenario. Varios países latinoamericanos ya han iniciado sus celebraciones y nosotros en el Perú nos hallamos en el partidor. Pero, la independencia es problemática en la tradición peruana porque, como es largamente sabido, somos el último país en liberarse y, peor aún, carecemos de héroes propios.
Así, con respecto a la emancipación, la cuestión en el Perú siempre ha sido encontrar un motivo para celebrar. Con esta inquietud, la generación del centenario descubrió a los próceres. De acuerdo a Porras, Basadre y Sánchez, el Perú carecía de líderes políticos y militares de la era independentista, pero era el país clave de los antecedentes. Ahí estaba Vizcardo y Guzmán, que había sido el primero en plantear explícitamente el tema de una patria propia de los americanos, como entidad distinta y opuesta a España. La célebre Carta a los Españoles Americanos escrita por el jesuita arequipeño abrió la lucha independiente en todo el continente. Por ello, en el curso de la primera expedición patriota, dirigida por Francisco de Miranda en Venezuela, el folleto que se repartió como propaganda era la famosa Carta de Vizcardo.
Años después, la generación del cincuenta, a la que pertenece Pablo Macera entre otros, rescató a Túpac Amaru. No éramos el último, sino el primero. Bastaba olvidar a San Martín y recuperar la autoestima, porque el Perú era la cuna del primer grito de independencia en Latinoamérica. Esa idea estaba clara en la historiografía nacional años antes de Juan Velasco. Pero, recién con el gobierno revolucionario de las FFAA, Túpac Amaru fue elevado a la categoría de padre de la patria, verdadero fundador de la emancipación americana. Además, la gesta del cacique de Tinta venía acompañada por un relevante papel de su esposa, Micaela Bastidas. Por ello, el verdadero héroe de la rebelión de 1780 era una pareja, evocando la creación del Tawantinsuyu. Manco Cápac y Mama Ocllo asomaban detrás de Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Los primeros fundaron un imperio, los segundos consagrarían la libertad del Perú independiente.
Pero, luego cayó Velasco y se derrumbó el edificio del nacionalismo militar. Sus principales proyectos y mensajes se desacreditaron. Túpac Amaru fue relegado. Los historiadores resaltaron que su movimiento corresponde a la coyuntura de las reformas borbónicas y que la independencia no había aparecido aún. A esta misma época corresponde la visión descreída de Heraclio Bonilla y su famosa tesis de la independencia concedida.
Los criollos peruanos no habrían estado interesados en la emancipación y ésta habría venido de fuera, impuesta por ejércitos extranjeros, conducidos por San Martín y Bolívar, obligando a nuestros criollos, que deseaban seguir siendo españoles. Esa fue la opinión de Bonilla, fuente de una enorme polémica en los años setenta.
Todas estas interpretaciones siguen vivas. Ninguna ha cancelado completamente las anteriores, más bien se han combinado libremente. Ante esa materia prima, la generación actual de estudiosos ha de plantear un enfoque nuevo, que sintetice el parecer del presente frente a la independencia nacional. De acuerdo a cómo marcha el país, posiblemente será la explosión de lo local.
Acorde con la descentralización, el próximo estudio colectivo de la emancipación ha de subrayar la participación de las diversas regiones en el proceso. Surgirán cien héroes y a ellos se deberán los pueblos, como las cien flores de Mao.
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