miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un Día como hoy: La Batalla de Ayacucho


Extraído del blog ArqueoHistoria
09 de diciembre de 2009

Un día como hoy, se selló en los campos de Ayacucho, en Perú, el destino del imperio español en América del Sur. Con la capitulación del ejercito español se consolidaron como independientes las nacientes repúblicas sudamericanas. Todo eso es historia conocida, pero ¿que tan conocida es de verdad?.

No hace mucho tiempo yo consideraba la Batalla de Ayacucho como la mayoría de la gente en Latinoamérica la considera, ni mas ni menos que como esta escrita en la historia oficial de cada país. Nada mas lejos de mi realidad actual. Una muy buena amiga mía tenía que ser la que me pusiera en camino de descubrir la verdad de los hechos, su comentario en clase sobre la probabilidad de que la mencionada batalla haya sido una farsa (por el oleo de la capitulación y los términos de la capitulación en si, bastante generosos con los realistas) me puso produjo un ímpetu revisionista con respecto a la historia oficial, que finalmente me llevaría a encontrar pruebas mas palpables que una simple pintura.

Investigando un poco pude descubrir a algunos autores que defienden la tesis de que los jefes del ejército del Rey pactaron su propia derrota con los independentistas en la batalla de Ayacucho, desde un punto de vista diferente al que inicialmente me atrajo a la investigación, pero igualmente válido y mucho más probable de ser cierto.

El 9 de diciembre de 1824, en Ayacucho, el ejército del virrey La Serna era, sobre el papel, muy superior al de Sucre. Los realistas tenían casi el doble de hombres, 9310 contra 5170, más caballería, mil monturas contra seiscientas, y una abrumadora superioridad en artillería, 14 piezas frente a una sola. Sin embargo fueron rotundamente derrotados: los independentistas sufrieron 979 bajas entre muertos y heridos y, en cambio, causaron a los realistas 2.100 bajas entre muertos y heridos, y les hicieron 2.600 prisioneros, incluyendo a todos los jefes y oficiales: 15 generales, 16 coroneles y otros 552 oficiales, junto al mismísimo virrey.

Pero no se trató de una verdadera batalla, sino de una farsa sangrienta pactada de antemano.

Estos militares españoles eran liberales, no se identificaban con la monarquía absolutista que habían reinstaurado los cien mil hijos de San Luis. Además sabían que la causa realista estaba perdida en América. No recibían refuerzos desde hacía cuatro años, y su ejército se componía en un 95% de reclutas peruanos sin ninguna motivación para luchar por el Rey.

Los militares españoles en Ayacucho hubieran referido rendirse y no derramar una gota más de sangre por causa de un rey felón y tiránico. Una causa que, además, sabían perdida de antemano. Pero si se hubieran rendido no hubieran podido regresar a España, se les habría juzgado por traición y cobardía ante el enemigo. Por eso simularon plantar batalla, dejaron que algunos de aquellos desdichados peruanos murieran en una farsa sangrienta y después, con la coartada asegurada, se rindieron sin mayor dificultad.

El día de la batalla, a las nueve de la mañana, una hora y media antes de que comenzara la lucha, el general realista Juan Antonio Monet, liberal, acudió al campamento independentista y se reunió con varios jefes rebeldes. Después regresó al campamento realista. ¿Qué trataron en aquella reunión? La versión oficial es que Monet fue a proponerles la paz, pero como los rebeldes pusieron como condición la independencia no hubo acuerdo. La versión revisionista es que Monet fue a ofrecer la rendición de los realistas pero, eso sí, tras un simulacro de batalla.

Uno de esos indicios es que los términos de capitulación fueron extraordinariamente generosos con los oficiales realistas: se garantizaba su seguridad, se les pondría en libertad y si querían unirse al ejército peruano conservarían su rango y su salario.

Por otra parte, los oficiales españoles, a su regreso a Europa, no recibieron de Fernando VII ningún nombramiento ni alto cargo, desconfiaba de ellos por liberales. El general Monet, que llegó a ser en 1832 ministro en el gobierno liberal moderado de Cea Bermúdez, fue cesado del cargo por ser demasiado radical: ¿Cómo imaginar que alguien tan contrario al absolutismo estuviera dispuesto a luchar y morir en Ayacucho sólo para que Fernando VII tuviera más súbditos a los que sojuzgar?.

Centrándonos en la batalla en si, cuando esta se inicio los españoles bajaron del cerro para pelear en una situación mucho más desventajosa, ¿donde se ha visto eso?. Es más, observando el mapa de la batalla, y suponiendo que no sabemos a que bando pertenece cada despliegue...¿Cuál es el que tenía más oportunidades?. ¿El que es superior numéricamente, ocupa una posición privilegiada, y está en disposición de embolsar al otro por los flancos...o el otro?.

Cuesta creer que militares tan veteranos como La Serna y Canterac (participes de la guerra de la independencia española contra Napoleón, como también muchos generales "patriotas") se condujesen con tanta ineptitud, y que a pesar de su derrota consiguieran una capitulación tan generosa.

Finalmente, como indique en un principio, el oleo de la batalla de Ayacucho muestra a unos firmantes impecables y si no fuera por el titulo no se notaria que ha habido una batalla trascendental. Como opuesto se puede observar la pintura de la rendición mexicana en San Jacinto ante las fuerzas separatistas texanas de Samuel Houston.
“los protagonistas (de la Batalla de Ayacucho) guardaron siempre un escrupuloso pacto de silencio y, por tanto, sólo podemos especular, aunque con poco riesgo de equivocarnos.”
Fuentes:
- El Gran Capitán - Historia Militar.
- Wikipedia - Batalla de Ayacucho.
- Juan Carlos Losada - Batallas decisivas de la Historia de España.Libro

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